En el primer encuentro del año y saldo en tablas. Las reservas del azul ganaron por dos goles y la titular perdió por tres, con un expulsado. ¿Será que el profe Quintabani está preocupado?
El municipio de Sogamoso, Boyacá, fue testigo del primer partido amistoso con miras a la Copa Cafam a finales de este mes; dentro de las novedades azules se vió parte de la indumentaria de entrenamiento suministrada por el nuevo sponsor, Adidas, y caras nuevas. Las reservas, los pelaos, estuvieron acorde a la cita y demostraron que lo único que les falta es la oportunidad: dentro de ese equipo tres caras no sólo sorprendieron, sino que se hizo extraño no verlos dentro de la profesional. Por un lado, José Cuadrado, con un impecable buso número 12 se hizo al pórtico: respondió bien cuando hubo la necesidad y el público le demuestra cuál es el afecto real hacia el vallenato, que no es más que apoyo incondicional; por otro hizo su aparición el talentoso Javier Araújo de quien se había especulado demasiado en la semana: que no le gustaba al técnico, que no quería entrenar, que se quería ir… en fin… pero el Araújo que quiere oportunidad (demostrado en el partido) marcó gol para las reservas. Por último, pero no menos importante, el panameño Tejada, el goleador, estuvo dentro del primer partido: jugó varios minutos, no tuvo la pelota y la resignación de gol no sólo se vio en sus pies, sino en su porte: más que sangre por la camiseta, son ganas de hacer goles y de estar donde debe. Quedó en deuda. El segundo gol fue anotado en un majestuoso tiro libre por parte de Luis Mosquera, joven revelación en el medio campo.
Los profesionales hicieron su aparición en el partido de fondo. Córdoba en el arco, seguido de Casierra, Mera, Hurtado y Rubén Darío Bustos, en su primera aparición en la titular del azul; Bedoya y Robayo, junto a los dos creadores Marinelli, zurdo, y Estrada, también zurdo. En la delantera estuvieron Carmelo “El Tutunendo” con Milton Rodríguez. Entró Pedro Franco, juvenil, por Bustos en el segundo tiempo, así como Tejada por Milton y Omar Vásquez, revelación y jugador a tener en la mira por su talento, por Marinelli.
Las cosas pintaban bien hasta el minuto veinte: Millonarios tenía la pelota, era ordenado, atacaba con Carmelo y Jonathan por izquierda, Marinelli tocaba de primera intención hacia el lado que estuviese desocupado, los dobles cincos recuperaban y hasta Rubén Darío se animaba a ir por derecha con el argentino novedad. Pero en esa misma derecha surge un desborde de un contrario, tira rastrero, Hurtado no despeja, pasa el balón, Mera toca al jugador entrante y es penal: convierte el Boyacá Chicó y la gente se desespera ante el grito de los boyacences hinchas del ajedrezado. Luego el Chicó comenzó a manejar el partido, Millonarios no era claro, doble línea de cuatro con contragolpe incluído y los azules se van desmoronado lentamente: ahí llega el segundo de los dirigidos por Gamero. Con el correr del tiempo, Millonarios se desespera, hace sus cambios, pero tampoco resultan; el partido se hace más friccionado, con roces normales, pero en una jugada fortuita un jugador del Chicó es expulsado. Se alimenta la ilusión para pensar que Millonarios buscaría el descuento, pero no fue así: se intentó, por todos los medios, pero el rival fue letal. En el tercer gol, Marinelli toca a un contrario en una falta que parece infantil. De nuevo la hinchada se comienza a meter con los jugadores y se van marchando, lentamente, del Estadio del Sol en aquel municipio.
¿Lecciones? Muchas. Que Millonarios sigue careciendo de jerarquía; que Millonarios más que juegue a algo, parece que no tiene identidad; que Millonarios se puede resguardar en cualquier parte pero su rendimiento es pobre (hasta de hijos nos tiene el Chicó en amistosos… nada que le ganamos por fuera); que Millonarios puede tener la mejor indumentaria del mundo, puede tener el mejor patrocinador, pero lo más importante, la real grandeza de la institución radica en su inmensa y poderosa hinchada.
Tiene menos de quince días el profesor Quintabani para darle la identidad perdida al glorioso azul; si no es así, la hinchada, de verdad, no aguantará más.
Por último: hicimos aguante en Sogamoso, nos molestó mucho ver a Milton Patiño (sí: el hermano de Jairo) en el pórtico azul por veinte minutos. Ese arquero se botó al piso en partidos contra los verdes y el Envigado, quemó tiempo con nosotros hasta la saciedad en el Campín y fuera de él, hasta se metió con la hinchada. Con la llegada de este jugador está más que probado que los que están, no todos, no sirven para esta institución. Esperaremos noticias del vecino país para saber cómo le irá al azul en sus amistosos internacionales llegando, finalmente, a la Copa Cafam.
Falta muchísimo por mejorar, hay tiempo, pero no hay que dar ventajas.
Somos azules, somos capitalinos, somos Millonarios.
El municipio de Sogamoso, Boyacá, fue testigo del primer partido amistoso con miras a la Copa Cafam a finales de este mes; dentro de las novedades azules se vió parte de la indumentaria de entrenamiento suministrada por el nuevo sponsor, Adidas, y caras nuevas. Las reservas, los pelaos, estuvieron acorde a la cita y demostraron que lo único que les falta es la oportunidad: dentro de ese equipo tres caras no sólo sorprendieron, sino que se hizo extraño no verlos dentro de la profesional. Por un lado, José Cuadrado, con un impecable buso número 12 se hizo al pórtico: respondió bien cuando hubo la necesidad y el público le demuestra cuál es el afecto real hacia el vallenato, que no es más que apoyo incondicional; por otro hizo su aparición el talentoso Javier Araújo de quien se había especulado demasiado en la semana: que no le gustaba al técnico, que no quería entrenar, que se quería ir… en fin… pero el Araújo que quiere oportunidad (demostrado en el partido) marcó gol para las reservas. Por último, pero no menos importante, el panameño Tejada, el goleador, estuvo dentro del primer partido: jugó varios minutos, no tuvo la pelota y la resignación de gol no sólo se vio en sus pies, sino en su porte: más que sangre por la camiseta, son ganas de hacer goles y de estar donde debe. Quedó en deuda. El segundo gol fue anotado en un majestuoso tiro libre por parte de Luis Mosquera, joven revelación en el medio campo.
Los profesionales hicieron su aparición en el partido de fondo. Córdoba en el arco, seguido de Casierra, Mera, Hurtado y Rubén Darío Bustos, en su primera aparición en la titular del azul; Bedoya y Robayo, junto a los dos creadores Marinelli, zurdo, y Estrada, también zurdo. En la delantera estuvieron Carmelo “El Tutunendo” con Milton Rodríguez. Entró Pedro Franco, juvenil, por Bustos en el segundo tiempo, así como Tejada por Milton y Omar Vásquez, revelación y jugador a tener en la mira por su talento, por Marinelli.
Las cosas pintaban bien hasta el minuto veinte: Millonarios tenía la pelota, era ordenado, atacaba con Carmelo y Jonathan por izquierda, Marinelli tocaba de primera intención hacia el lado que estuviese desocupado, los dobles cincos recuperaban y hasta Rubén Darío se animaba a ir por derecha con el argentino novedad. Pero en esa misma derecha surge un desborde de un contrario, tira rastrero, Hurtado no despeja, pasa el balón, Mera toca al jugador entrante y es penal: convierte el Boyacá Chicó y la gente se desespera ante el grito de los boyacences hinchas del ajedrezado. Luego el Chicó comenzó a manejar el partido, Millonarios no era claro, doble línea de cuatro con contragolpe incluído y los azules se van desmoronado lentamente: ahí llega el segundo de los dirigidos por Gamero. Con el correr del tiempo, Millonarios se desespera, hace sus cambios, pero tampoco resultan; el partido se hace más friccionado, con roces normales, pero en una jugada fortuita un jugador del Chicó es expulsado. Se alimenta la ilusión para pensar que Millonarios buscaría el descuento, pero no fue así: se intentó, por todos los medios, pero el rival fue letal. En el tercer gol, Marinelli toca a un contrario en una falta que parece infantil. De nuevo la hinchada se comienza a meter con los jugadores y se van marchando, lentamente, del Estadio del Sol en aquel municipio.
¿Lecciones? Muchas. Que Millonarios sigue careciendo de jerarquía; que Millonarios más que juegue a algo, parece que no tiene identidad; que Millonarios se puede resguardar en cualquier parte pero su rendimiento es pobre (hasta de hijos nos tiene el Chicó en amistosos… nada que le ganamos por fuera); que Millonarios puede tener la mejor indumentaria del mundo, puede tener el mejor patrocinador, pero lo más importante, la real grandeza de la institución radica en su inmensa y poderosa hinchada.
Tiene menos de quince días el profesor Quintabani para darle la identidad perdida al glorioso azul; si no es así, la hinchada, de verdad, no aguantará más.
Por último: hicimos aguante en Sogamoso, nos molestó mucho ver a Milton Patiño (sí: el hermano de Jairo) en el pórtico azul por veinte minutos. Ese arquero se botó al piso en partidos contra los verdes y el Envigado, quemó tiempo con nosotros hasta la saciedad en el Campín y fuera de él, hasta se metió con la hinchada. Con la llegada de este jugador está más que probado que los que están, no todos, no sirven para esta institución. Esperaremos noticias del vecino país para saber cómo le irá al azul en sus amistosos internacionales llegando, finalmente, a la Copa Cafam.
Falta muchísimo por mejorar, hay tiempo, pero no hay que dar ventajas.
Somos azules, somos capitalinos, somos Millonarios.
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