"Por una jugada fortuita de Óscar Córdoba, se pierde por la mínima diferencia ante un rival que no mostró mucho. Ahora, pensando en el clásico del miércoles".
En el clásico capitalino número 252 queda la tristeza y el sabor amargo de la derrota; una derrota que fue de último minuto, donde los dos equipos se acordaron de jugar en los últimos diez minutos y donde el nuevo balón fue el protagonista indiscutible. Unos, hasta del equipo contrario, dicen que el portero Córdoba no tiene la culpa porque dicho implemento es muy complicado y le pica antes que él lo intente atrapar. Otros que simplemente, y pensando como hinchas, afirman que el clásico fue de él, Córdoba.
Intentando analizar el clásico fue como muchos otros: complicado, trabado, con intenciones de lado y lado, donde sólo uno puede festejar. Y es que no era para menos: este partido, que es un torneo aparte, debía tener un ganador y, desafortunadamente, fue el contrario. Todo el partido fue intenso así otros lo califiquen como regular: porque los clásicos son de “huevos”, de testosterona, de hinchada, de camiseta. La expulsión de Robayo fue más perjudicial que la del contrario: se desordenó el medio campo, no encontramos la pelota por pasajes del partido, no fuimos contundentes. Javier Araújo estaba en otro planeta diferente al campo de juego; Estrada tuvo argumentos pero no los suficientes; el contrario supo sacar del mapa al goleador Rodriguez, eliminar las intenciones de los dos “creadores” del conjunto albiazul. En los partidos que se han jugado como clásicos (Junior en Barranquilla y cardenales en Bogotá) no hemos ganado un solo punto. No hay que hablar de crisis, pero preocupa que un equipo que demuestra jerarquía no logre rescatar, al menos, un punto como visitante.
Dentro de todo lo que compuso el partido, definitivamente sigue ganando la hinchada. Se hizo presente durante todo el encuentro: los cantos, las banderas, los rollos, toda la fiesta fue azul. Pero como es sabido, la hinchada contraria fue protagonista: desafortunadamente los contrarios aprovecharon su minoría (el estadio fue en un 70% azul) para hacerse sentir de la peor manera. De acuerdo a las informaciones extra oficiales aproximadamente 1.000 sillas fueron removidas sin justa causa de la tribuna sur del Campín. Acto vandálico o argumentación sobre los hechos sucedidos (primero las declaraciones y levantamiento de la sanción hacia los Comandos Azules por parte del burgomaestre de la Capital, y luego la muerte de otro hincha capitalino) para demostrar que nuestro fútbol está repleto, desde cualquier punto de vista y camiseta, de hampones, de delincuentes con casaca de cualquier color. ¿Hasta cuándo vamos a tener que soportar que cualquier persona, vestido de hincha, pueda destrozar el bien público, y más cuando debe ser una fiesta en paz? ¿Cuándo vamos a entender que los clásicos y cualquier partido debe ser un motivo más de pasión y alegría en paz? Criticamos cualquier acto de violencia y más cuando se aprovecha que uno es local y le toca pagar, al Club, por los daños causados.
La próxima cita será contra los verdes de la montaña en la Capital, miércoles desde las 8 de la noche en el Nemesio: un partido de alto riesgo, desafortunadamente, por las hinchadas. Porque en el terreno de juego los que se matan son otros. Esperemos que, también, se adopte la medida impuesta con los visitantes para la boletería. Un buen control y se tiene presente que los locales somos nosotros: jamás ellos lo serán.
¡Con alegría, pasión y en paz, vamos a la cancha a ver al más grande!
¡Vamos, con toda, a alentar al más veces campeón!
¡Somos más, somos azules, somos capitalinos!
Intentando analizar el clásico fue como muchos otros: complicado, trabado, con intenciones de lado y lado, donde sólo uno puede festejar. Y es que no era para menos: este partido, que es un torneo aparte, debía tener un ganador y, desafortunadamente, fue el contrario. Todo el partido fue intenso así otros lo califiquen como regular: porque los clásicos son de “huevos”, de testosterona, de hinchada, de camiseta. La expulsión de Robayo fue más perjudicial que la del contrario: se desordenó el medio campo, no encontramos la pelota por pasajes del partido, no fuimos contundentes. Javier Araújo estaba en otro planeta diferente al campo de juego; Estrada tuvo argumentos pero no los suficientes; el contrario supo sacar del mapa al goleador Rodriguez, eliminar las intenciones de los dos “creadores” del conjunto albiazul. En los partidos que se han jugado como clásicos (Junior en Barranquilla y cardenales en Bogotá) no hemos ganado un solo punto. No hay que hablar de crisis, pero preocupa que un equipo que demuestra jerarquía no logre rescatar, al menos, un punto como visitante.
Dentro de todo lo que compuso el partido, definitivamente sigue ganando la hinchada. Se hizo presente durante todo el encuentro: los cantos, las banderas, los rollos, toda la fiesta fue azul. Pero como es sabido, la hinchada contraria fue protagonista: desafortunadamente los contrarios aprovecharon su minoría (el estadio fue en un 70% azul) para hacerse sentir de la peor manera. De acuerdo a las informaciones extra oficiales aproximadamente 1.000 sillas fueron removidas sin justa causa de la tribuna sur del Campín. Acto vandálico o argumentación sobre los hechos sucedidos (primero las declaraciones y levantamiento de la sanción hacia los Comandos Azules por parte del burgomaestre de la Capital, y luego la muerte de otro hincha capitalino) para demostrar que nuestro fútbol está repleto, desde cualquier punto de vista y camiseta, de hampones, de delincuentes con casaca de cualquier color. ¿Hasta cuándo vamos a tener que soportar que cualquier persona, vestido de hincha, pueda destrozar el bien público, y más cuando debe ser una fiesta en paz? ¿Cuándo vamos a entender que los clásicos y cualquier partido debe ser un motivo más de pasión y alegría en paz? Criticamos cualquier acto de violencia y más cuando se aprovecha que uno es local y le toca pagar, al Club, por los daños causados.
La próxima cita será contra los verdes de la montaña en la Capital, miércoles desde las 8 de la noche en el Nemesio: un partido de alto riesgo, desafortunadamente, por las hinchadas. Porque en el terreno de juego los que se matan son otros. Esperemos que, también, se adopte la medida impuesta con los visitantes para la boletería. Un buen control y se tiene presente que los locales somos nosotros: jamás ellos lo serán.
¡Con alegría, pasión y en paz, vamos a la cancha a ver al más grande!
¡Vamos, con toda, a alentar al más veces campeón!
¡Somos más, somos azules, somos capitalinos!
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