martes, 25 de marzo de 2008

¡HIJOS NUESTROS!

“El clásico capitalino tuvo la mejor fiesta y presencia: la de los hinchas de Millonarios. Así los puntos se hayan ido, la alegría azzurra llenó todo el Campín. Podemos cambiar la historia en Medellín.”

Más allá de todo lo que se ha dicho desde el pasado sábado, terminado el partido, hasta el día de hoy, parece que las cosas no han cambiado mucho. En el emotivo partido, el clásico capitalina número 250 se quedó en tablas, se repartieron los puntos por errores de los jugadores y por desaciertos de parte y parte.

Repetimos que nos pintaron un Ferrari, pero la verdad parecía un Topolino (con mucho respeto por la marca del carro): sin fuerza, inofensivo, jugando al pelotazo, circulando el balón pero en el fondo escondiéndolo. Millonarios fue claramente superior y el completo dominador del partido: la iniciativa del Azul inició desde atrás con las salidas de sus dos laterales que pasan por un buen momento; el “temible” Luis Mosquera fue casi desapercibido dentro de Bedoya y Robayo: muy buen trabajo en mitad de cancha. Y sus creadores hicieron lo que mejor pudieron, pero faltó más suerte. Nos debimos llevar los tres puntos porque no sólo eran vitales, sino porque a mitad de torneo necesitamos poco más de quince puntos para clasificar a los ocho.

Lastimosamente Martín García se lesiona y se jugó con un delantero (Carreño) y Mario prefirió mandar al centro de la cancha a Andrés Pérez quien tiene un mejor estado físico y luchó cada balón. El partido siempre fue azul, pero una desconcentración de Roberto Carlos Cortés, el mismo que puso en ventaja al Millo, le costó a Millos los tres puntos contra un Santa Fé que, honestamente, tuvo un arranque soñado pero que, poco a poco, se desinfla. Sólo se rescata su buen gol.

La polémica se centró en la expulsión, completamente injusta del único delantero azul, Oscar Briceño: la verdad no entendemos cómo un árbitro, que puede ser FIFA, pero que no tiene experiencia manejando partidos clásicos, no entiende que el derecho a la réplica respetuosa está permitida en el fútbol. Lo que hizo fue sacar amarilla y por ende, por un manotazo de desconcierto del delantero, se lleva la roja. Millos lo tenía todo: fútbol, fiesta, emoción, buen juego, pero todo se viene al traste por una equivocación garrafal de un juez central que dejó muchísimas dudas. Todo jugaría en contra de nosotros, pero a punta de silbato es muy complicado estar en un torneo donde los arbitrajes no son mediocres sino paupérrimos. Y lo peor: toca ver el informe arbitral para ver cuántas fechas se le dan a Briceño, Bedoya (expulsado después de terminado el encuentro) y al profe Vanemerak, por sus desmanes con el propio juez y con el Pecoso Castro.

Vanemerak: caso aparte. La demagogia en el fútbol existe: si el profe Mario quiere armar problema simplemente lo hace, pero no esperen que las hinchadas estén tranquilas y abrazándose al final del encuentro. ¡Igual lo apoyamos al cien por ciento! Es cierto: la actitud de los jugadores produce alegría o tristeza, pero lo que no se puede permitir en incendiar a los hinchas de esa forma. Salimos calientes todos los azules, porque pudo ser mejor. Igual los tenemos de retoños: dos años sin ganarnos.
Suficiente para decirles ¡HIJOS NUESTROS!

¡Con todo el aguante en Copa Colombia el miércoles contra Centauros de Villavicencio!

Cordialmente,

AGRU-PASIÓN GALLINA BOGOTÁ.
P.D.: Ojalá alguien le dijera al Pecoso Castro que deje descansar a su madre fallecida: que deje de jurar por ella cada vez que tiene un problema. Y que a Iván Mejía, del Pulso del Fútbol de Caracol Radio, que de una buena vez se vaya para la Fiscalía o donde alguna autoridad a denunciar a los que "patrocinan barras bravas". Sería mejor en vez de estar haciendo guerras psicológicas, cansonas, aburridas y revanchistas desde los micrófonos, se dedicara a ver a su amado Barcelona.

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